INCANTO

Un poco sobre la historia de la ópera en Nicaragua

Por Elisa Picado Avilez, soprano.

Coordinadora Artística de Fundación INCANTO

 

Hemos concluido la 2da Temporada Lírica INCANTO 2022, con las puestas en escena de La Bohème, Madama Butterfly y Turandot; todas óperas del gran compositor italiano Giacomo Puccini. Vivir el entusiasmo de más de cien personas involucradas directa o indirectamente, entre cantantes, músicos instrumentistas, directores, producción, staff, etc.; hace reflexionar sobre el largo camino recorrido para llegar a vivir este gran acontecimiento.

 

En las décadas anteriores a la Revolución Popular Sandinista de 1979, algunos títulos del pentagrama universal se habían presentado en nuestro país gracias a compañías europeas de ópera y zarzuela que hacían giras por Latinoamérica, cuyos protagonistas eran extranjeros. Cuenta don Hipólito Aguirre, director del Coro Vernáculo de Nicaragua, que él junto con otros cantantes nicaragüenses, participaron alguna vez como parte del coro de estas producciones.

 

Surgieron en esa época personalidades como Doña Thelma Carrillo, Primer Soprano de Nicaragua, y el bajo Richard Down, quienes se destacaron por interpretar arias de ópera y canciones de concierto. También surge el maestro de canto de generaciones, profesor Ramón González, quien se dedicó a formar a los miembros de las agrupaciones corales y religiosas de nuestro país, al cual incluso tuve la dicha de conocer y recibir de él mis primeras lecciones de canto. El profesor Ramón me contaba con entusiasmo como cantaba en radios importantes de su época y en diferentes conciertos.

 

En cuanto a compositores del género, cabe destacar a grandes músicos nicaragüenses como Carlos Ramírez Velásquez, quien escribió la zarzuela La Cenicienta, así como obras de carácter religioso para solistas y coro. Alejandro Vega Matus fue el creador de muchos cantos de las fiestas de la Virgen de Concepción y el célebre Salve Azucena Divina. Luís Abraham Delgadillo compuso las óperas Pájaros del Norte (registrada en la historiografía cultural como la primera ópera nicaragüense), El final de Norma y Mavaltayán, nunca presentadas en Nicaragua, esta última sí se presentó en New York, ya que nuestro país no tenía los recursos humanos requeridos para su ejecución. Delgadillo compuso además la comedia Sangre nica y las operetas La rosa del paraíso, Romanza de Enrique y Aura del Mombacho, así como poemas de Rubén Darío musicalizados para voz y piano, según consta en los diversos archivos documentales de cultura.

 

De los movimientos corales que existían surgieron figuras importantísimas como la del maestro Juan Manuel Mena Moreno, Padre de la Música Coral Nicaragüense, quien compuso arreglos de música nacional para coros y obras que trascendieron a las esferas internacionales, como La gran suite, cuya letra canta la imponente Marcha triunfal de nuestro insigne poeta Rubén Darío, y que también incluyeron partes solistas. El maestro Mena fundó, a dos meses del triunfo de la revolución, el Coro Nacional de Nicaragua, cuya labor propició el desarrollo de otros movimientos corales de gran importancia, como el Coro de Cámara de Nicaragua.

 

Durante los años 80, con un gobierno sensible al arte y a la cultura, fueron enviados a los grandes conservatorios de música de Cuba, Alemania, Rusia y otros países, figuras que han sido claves para el desarrollo cultural nicaragüense como son los maestros Ramón Rodríguez (Director del Teatro Nacional Rubén Darío y de Camerata Bach), Nelson Gutiérrez (actual director musical de Fundación INCANTO), Francisco Jarquín (uno de los más importantes directores de orquesta), entre otros, cuya influencia en el pentagrama nacional ha sido notable, reconocida y aplaudida a todos los niveles.

 

A partir de estos años, Nicaragua tuvo un gran desarrollo de orquestas y coros. Pero fue hasta 1996, con la llegada del maestro Alberto San José, que se despertó el entusiasmo y la fuerza del movimiento operístico y las figuras de los principales exponentes de este género en la actualidad.

 

Con una gran experiencia en el Teatro Lírico de Cuba y el Teatro de la Comedia Musical, el maestro San José supo descubrir, formar, guiar y potenciar la carrera y el talento de los jóvenes cantantes líricos. También fundó la Cátedra de Canto en el Conservatorio de la entonces Universidad Politécnica de Nicaragua.

 

En 1998, el profe, a como le decimos la mayoría de sus alumnos, creó el Grupo Lírico de Nicaragua, dedicado enteramente a la promoción y estudio del canto lírico y la ópera. Ese mismo año, se unió a la agrupación el joven que se convertiría en la principal voz masculina lírica de nuestro país en los años sucesivos: el tenor Laureano Ortega.

 

En 1999, el Grupo Lírico puso en escena la primera ópera de cámara en nuestro país: Amahl y los visitantes nocturnos, de Menotti. Diversos jóvenes fueron parte de esta agrupación en los siguientes años, pero ésta alcanzó su punto cumbre con la incorporación de las grandes figuras del canto lírico que han perseverado hasta hoy; junto con Laureano Ortega, José Luís Leytón, Lizbeth Berríos y su servidora Elisa Picado.

 

En el 2002, una importante iniciativa del Teatro Nacional Rubén Darío que duró más de 10 años impulsó el desarrollo del canto académico: las temporadas de música coral. En ellas cientos de jóvenes avivaron su pasión por el canto, siendo especialmente aplaudida y admirada la participación del Grupo Lírico de Nicaragua.

 

Por su parte, el maestro Ramón Rodríguez incursionó en la producción de óperas, trayendo solistas extranjeros e invitándonos a participar en roles secundarios a medida que fuimos capaces de asumir también nosotros los roles principales. Llegó además la compañía italiana Rivadavia que hacía giras operísticas por Centroamérica y con quienes debuté en el 2007, en el papel de Bertha de El barbero de Sevilla y, al año siguiente, Laureano Ortega tuvo su primer rol protagónico, al interpretar al Duque de Mantua de Rigoletto. Con enorme emoción, nosotros fuimos los primeros cantantes líricos en hacer roles principales en la ópera propiamente dicha, en nuestra patria.

 

En el año 2010, teniendo como testigo de honor al Presidente de la República, Comandante Daniel Ortega, llegó un momento clave para nuestro movimiento operístico, el convenio con la Fondazione Festival Puccini de Italia y la primera súper coproducción con el Teatro Nacional Rubén Darío: la ópera Tosca, de Puccini. En ella, asumimos los roles principales de Mario Cavaradosi y Floria Tosca. Esta producción fue un hito histórico para nuestro país, le continuaron las óperas Cavalleria Rusticana de Mascagni y Le Villi también de Puccini. Finalmente, gracias al esfuerzo y la pasión que nos caracteriza, en el 2015 logramos crear el Instituto Nicaragüense del Canto, INCANTO, dedicado enteramente al desarrollo, promoción, difusión y producción de la ópera y el canto lírico en general; con los maestros Alberto San José, Ramón Rodríguez, Nelson Gutiérrez, Laureano Ortega y mi persona a la cabeza.

 

En 2016, realizamos la primera temporada de óperas en Nicaragua, presentando Turandot (con la misma fórmula Picado-Ortega como protagonistas) y La Bohème (con cantantes italianos y nuestra soprano Lizbeth Berríos como Musetta). Año tras año, fuimos sumando más solistas nicaragüenses a cada producción.

 

El interés que Fundación INCANTO ha despertado en los jóvenes gracias a la enseñanza y difusión del canto lírico, ha dado frutos abundantes en un semillero de jóvenes apasionados que aman, practican y algunos incluso dedican su vida a este arte, dentro y fuera del país.

 

Comenzamos con una temporada al año y en este 2022 por primera vez estamos produciendo tres temporadas con tres grandes obras cada una. Con un elenco que poco a poco se volvió completamente nacional, en la medida en que fuimos potenciando y desarrollando las voces de cantantes e instrumentistas que ahora son capaces de afrontar con absoluta seguridad y dignidad óperas completas. También hemos crecido en todas las disciplinas que conforman este bello arte: dirección musical, dirección de escena, escenografía, vestuario y caracterización.

 

Con absoluta satisfacción y humildad agradecemos que Dios nos ha permitido vivir e impulsar un momento histórico y único para nuestro país. Agradecemos también el apoyo permanente del gobierno que ha sido clave para lograr un impacto en la vida de muchísimas personas y en la esfera cultural de Nicaragua.

 

Espero que este escrito brinde luz acerca de los eventos que han propiciado el desarrollo de la ópera en Nicaragua y muestre un poco de la historia que los protagonistas del género hemos vivido en los últimos años. Agradezco a quienes me ayudaron con sus conocimientos y opiniones; y sobre todo agradezco a Dios porque a través de la música le ha dado un sentido a mi vida y me ha hecho inmensamente feliz.